Es verano, antes, sinónimo de descanso y la estación del año que representa una ruptura con la rutina del año. Es la época en la que sube el empleo, por efecto de la hostelería, hasta tal punto que en economía se habla de factores de estacionalidad. Lo mismo ocurre en turismo. Estamos en la “temporada alta” en la mayoría de los destinos.
Hace unos años surgió una tendencia: desestacionalizar. Lo que nació con la buena intención de dar estabilidad a quienes viven, por ejemplo, del turismo, se ha acabado extendiendo a casi todo. En las estanterías de los supermercados hay productos típicos veraniegos, como el gazpacho o los helados todo el año. Lo mismo ocurre con productos típicos de otras épocas del año, como el turrón, que hace unos años que llega antes de que nos hayamos quitado las chanclas.
¿Qué ocurre en comunicación? Ya no funcionan las recetas antiguas. Y ¿en comunicación en salud? En el mundo de la salud, la estacionalidad ha sido durante mucho tiempo un factor clave a tener en cuenta. Desde las campañas de vacunación contra la gripe en otoño hasta la promoción de hábitos saludables y consejos contra el calor en verano, las estaciones marcan el ritmo de muchas acciones y estrategia. En este contexto, ¿realmente es conveniente desestacionalizar todo?
La idea de desestacionalizar implica eliminar o reducir la influencia de las estaciones en ciertos aspectos de la salud, promoviendo una atención y prevención constantes a lo largo del año. En teoría, esto puede parecer una forma de ofrecer una atención más uniforme y accesible, evitando picos y valles en la demanda o en la sensibilización.
Sin embargo, en la práctica, hay que considerar varios factores. La estacionalidad en salud no solo responde a patrones biológicos, sino también a comportamientos sociales y ambientales. Por ejemplo, las enfermedades respiratorias aumentan en invierno, mientras que las relacionadas con el calor y la exposición solar se incrementan en verano.
Desde la perspectiva de la comunicación, desestacionalizar puede ser un arma de doble filo. Por un lado, permite mantener campañas y mensajes constantes, reforzando la importancia de hábitos saludables en cualquier momento del año. Por otro, puede perder relevancia si se desconecta de las preocupaciones inmediatas de la población.
En conclusión, un cierto grado de estacionalidad no es malo en la comunicación en salud. La clave está en encontrar un equilibrio: aprovechar la oportunidad de comunicar de manera constante, sin perder de vista las particularidades de cada estación y las necesidades específicas de la población.
En BERBĒS, como agencia especializada en comunicación en salud, intentamos mantener ese equilibrio y mantener todo el año una comunicación flexible, cercana y bien segmentada, sin renunciar a tradiciones más “estacionales”, como la de dejar descansar a nuestros lectores algunos días en verano.