La salud mental se ha convertido en uno de los grandes desafíos sociales de nuestro tiempo. Aunque buena parte de la atención pública se ha centrado en la adolescencia, existe una generación que transita hacia la adultez —entre los 20 y los 35 años— que está experimentando una crisis silenciosa, profunda y sostenida.
En España, los datos dibujan un escenario contundente: ansiedad, estrés y depresión se han convertido en el paisaje emocional cotidiano de quienes tienen entre 18 y 34 años.
Una fotografía preocupante
Un último informe sobre salud mental realizado por el Grupo AXA muestra que los jóvenes adultos figuran entre los grupos más perjudicados por problemas de salud mental. El 44 % de los jóvenes se ven afectados por niveles severos de ansiedad, depresión o estrés.
Entre los 18 y 24 años, aproximadamente uno de cada cuatro presenta depresión severa, cerca del 9 % sufre ansiedad grave y casi el 70 % convive con niveles elevados de estrés. En el grupo de 25 a 34 años, alrededor del 9 % también experimenta ansiedad grave, mientras que dos de cada cinco viven con estrés severo.
No son cifras aisladas. El Observatorio Social de la Fundación “la Caixa” muestra que el 63 % de los jóvenes vive en situación de precariedad vital, una experiencia estrechamente vinculada al deterioro del bienestar psicológico.
Esta suma de vulnerabilidades convierte a los jóvenes adultos en uno de los colectivos más expuestos a sufrir problemas de salud mental en España.
Las causas: precariedad, hiperconexión y presiones sociales
Detrás de este aumento del malestar hay un conjunto claro de detonantes.
La precariedad laboral y económica es uno de los más evidentes. Para muchos jóvenes, emanciparse o acceder a un empleo estable se ha convertido en una meta esquiva. Esta incertidumbre permanente dificulta planificar el futuro y genera un desgaste emocional continuo.
A ello se suma el impacto de la hiperconexión. Aproximadamente el 36 % de los españoles —y más aún entre los jóvenes— reconoce que hace un uso excesivo de las redes sociales que afecta de manera muy negativa a su salud mental. Las comparaciones constantes, la presión por mostrar una vida “perfecta” y la sobreexposición a noticias negativas intensifican la ansiedad. Otros factores, como la presión social y profesional, malos hábitos o la soledad no deseada, también afectan al bienestar emocional de los jóvenes.
Y cuando el malestar llega, pedir ayuda no siempre es fácil, ya que, para muchos jóvenes, acudir a un psicólogo o psiquiatra es una inversión que no pueden permitirse, o bien consideran que sus problemas “no son tan graves”.
Los jóvenes no están “más tristes” por fragilidad. Están intentando vivir, progresar y proyectarse en un contexto que les exige más de lo que les ofrece.
Desde BERBĒS queremos recordar la importancia de hablar, escuchar y cuidar de los demás, pero también de la necesidad de que las autoridades sanitarias protejan la salud mental de los jóvenes.



