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BĒ Inspiración

COVID-19, cambio climático y conflictos armados

By febrero 2, 2022No Comments

El SARS-CoV-2 nos acompaña desde hace dos años y parece que tenemos que aprender a convivir con él y entender su comportamiento. Tanto en 2020 como en 2021, la actualidad informativa ha estado marcada por la COVID-19: el número de contagios, las comparecencias de las autoridades, las restricciones, el uso de la mascarilla, las campañas de vacunación, etc., pero el mundo ha seguido viviendo y son muchos, muchísimos, los acontecimientos que han pasado de puntillas y las consecuencias que se sentirán durante años.

En Afganistán, Yemen, Siria y la República Democrática del Congo (RDC), por enumerar algunos países, las crisis humanitarias se han agudizado. Desde la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), informan de que, en 2022, 274 millones de personas de 63 países necesitarán protección y asistencia humanitaria. Un aumento significativo si se tiene en cuenta que hace un año la cifra eran 235 millones.

En la RDC, confluyen factores políticos, económicos, sanitarios y militares; que hacen que el país sea uno de los más pobres e inseguros del mundo. Con más de 100 grupos armados en las provincias orientales compiten por controlar la tierra y controlar los recursos naturales, principalmente los minerales; la continua amenaza del ébola poniendo a prueba un sistema sanitario deficiente y una respuesta humanitaria mal financiada; el futuro de la RDC se presenta, otro año más, demoledor.

El conflicto en Siria que dura más de una década, ha dejado la vida y el futuro de una generación de menores pendiente de un hilo. Los 10 años del conflicto han tenido un impacto fortísimo en la población, con miles de fallecimientos y cientos de miles que sufren retraso en el crecimiento como resultado de la desnutrición crónica.

Mozambique, por ejemplo, empezó 2021 con el ciclón Eloise golpeando una región del centro-este del país, que todavía se estaba recuperando de la devastación del ciclón Idai, que tuvo lugar menos de dos años atrás. Destrucción de hogares, familias desplazadas, inseguridad alimentaria generalizada, etc., son solamente algunas de las consecuencias para la población, y los menores, los más afectados.

Y, por si fuera poco, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) anunció a mediados de diciembre que había detectado un nuevo récord de temperatura en el Ártico. El hito lo marcó la ciudad rusa de Verkhoyansk que alcanzó en el verano de 2020 un máximo histórico de 38 °C. Este es solo uno de los ejemplos enumerados por el periódico The Guardian que a finales de diciembre de 2021 publicó un análisis de la crisis climática de los 12 meses anteriores.

Esto es parte del panorama con el que dijimos adiós a 2021 y con el que le hemos dado la bienvenida a 2022 y hay que negarse a aceptar que no se puede hacer nada. A veces, pequeños gestos pueden conseguir algo muy grande. En el trabajo, se ve todos los días, ¿por qué no se extrapola a la vida personal?

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