La amenaza sanitaria derivada del cambio climático está dejando una vez más una huella más visible en España. Según cifras recientes del Instituto de Salud Carlos III, la contaminación atmosférica causa anualmente más de 62.000 ingresos hospitalarios urgentes mientras que la cifra es unas once veces inferior cuando se trata de temperaturas extremas. Aunque el impacto de las altas temperaturas es evidente, los contaminantes presentes en el aire —como el dióxido de nitrógeno o las partículas en suspensión— representan un riesgo mucho más constante y subestimado para la salud cardiovascular y respiratoria de la población. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuenta con una base de datos que recopila las normas nacionales de calidad del aire de todo el mundo con el objetivo de ofrecer una visión general de los esfuerzos de los países por cumplir las directrices mundiales de calidad del aire.

Otro tema, relacionado con el cambio climático tiene que ver con los incendios forestales que, en concreto en verano, aumentan notablemente. Paradójicamente, España ha logrado reducir la superficie afectada en lo que va de 2025 respecto al año anterior; según datos temporales proporcionados por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. No obstante, expertos y ecologistas advierten de que la situación sigue siendo extremadamente volátil: el cambio climático favorece incendios más virulentos y difíciles de controlar, lo que no solo amenaza ecosistemas, sino que también contribuye a empeorar la calidad del aire.
Frente a esta realidad, se ha impulsado una guía oficial de comunicación de riesgos por calor extremo, desarrollada por el Observatorio de Salud y Cambio Climático. Este documento proporciona herramientas para informar de forma clara y eficaz sobre cómo protegerse ante olas de calor cada vez más intensas y frecuentes. Entre las recomendaciones figuran medidas como la planificación de espacios refrigerados, la identificación de colectivos vulnerables y la utilización del sistema nacional de alertas meteorológicas Meteosalud.
No cabe duda de que la crisis climática ya no es una amenaza a largo plazo, sino una emergencia que compromete directamente la salud de millones de personas. Combinar políticas ambientales eficaces con estrategias de prevención sanitaria no es solo una opción deseable, sino necesaria. Apostar por ciudades más verdes, sistemas de alerta integrados y campañas educativas basadas en evidencia científica será clave para reducir los efectos de este nuevo escenario climático sobre la salud pública.
Para BERBĒS, trabajar desde el enfoque One Health es clave para comprender cómo la salud humana, animal y medioambiental están interconectadas. No cabe duda de que la contaminación del aire y el impacto del cambio climático en la salud pública son ejemplos de riesgos compartidos que requieren respuestas coordinadas por lo que promover el enfoque One Health es invertir en prevención y sostenibilidad a largo plazo.