El Índice de Masa Corporal o IMC es una de las métricas médicas más utilizadas para medir la salud de las personas, al establecer la relación entre la masa corporal de una persona y su estatura. Durante décadas, los clínicos han utilizado el IMC para clasificar nuestro peso en distintas categorías. Sin embargo, diferentes profesionales de la salud lo han cuestionado porque no tiene en cuenta otras variables como la masa muscular y la grasa abdominal.
Paralelamente, han surgido nuevas medidas con las que se busca mejorar o complementar este resultado para hacer una predicción más precisa del estado de salud de los pacientes. Uno de ellos es el Índice de Redondez Corporal (BRI, por sus siglas en inglés). Este parámetro es justo lo que parece ser: mide lo redondo o circular que eres mediante una fórmula que tiene en cuenta la altura y la cintura, mientras que elimina el peso de la ecuación.
Desde BERBES permanecemos atentos a las novedades que permitan una aproximación más precisa a la distribución de la grasa abdominal, así como a las diferentes comunicaciones científicas relacionadas con la salud.
La grasa almacenada en el abdomen es de vital importancia, ya que rodea órganos internos como el corazón y el hígado, de manera que tener una gran cantidad de esta grasa contribuye a la resistencia a la insulina y a la intolerancia a la glucosa que suelen preceder a la diabetes tipo 2. Asimismo, favorece la hipertensión arterial y las anomalías lipídicas que pueden conducir a enfermedades cardiacas y a la muerte.
Los resultados de un estudio publicado en junio en JAMA Network Open establecen que el IRC es un prometedor predictor de la mortalidad. Las puntuaciones del IRC suelen oscilar entre 1 y 15; mientras que la mayoría de las personas se sitúan entre 1 y 10. Aquellos que obtenían un valor de 6,9 o más, que indican los cuerpos más redondos, tenían el mayor riesgo de morir de cáncer, enfermedades cardíacas y otras enfermedades. Sin embargo, quienes tenían una puntuación más baja también corrían un mayor riesgo de muerte: las personas con un IRC inferior a 3,4 se enfrentaban a un riesgo de mortalidad un 25% mayor que las de rango medio.
Los expertos consideran que este parámetro puede resultar útil, al igual que otras métricas y herramientas que se complementen con la medición del IMC, con el fin último de mejorar la precisión en el diagnóstico.