La salud global es fundamental para poder tener buena calidad de vida. No padecer enfermedades ni lesiones afecta directamente a la capacidad de una persona de disfrutar la vida. En concreto, la esperanza de vida es, probablemente, la medida más utilizada para describir la salud de una población. Los datos históricos muestran que la esperanza de vida global ha aumentado de una forma exponencial en los últimos dos siglos, con mejoras sustanciales a largo plazo en todo el mundo. Sin embargo, todavía existen diferencias que deben abordarse. Por ejemplo, en varios países del África subsahariana, la esperanza de vida promedio sigue siendo inferior a 60 años, en comparación con los más de 80 años que se alcanzan en algunos países europeos o en Japón.
A pesar de que las reducciones históricas de la mortalidad infantil y materna han sido decisivas para mejorar la esperanza de vida en todos los países, se sigue observando que los países de bajos ingresos todavía tienen, de media, tasas de mortalidad infantil que son 10 veces más altas que las de los países de ingresos elevados. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se ha conseguido “un progreso global sustancial en la reducción de la mortalidad infantil desde 1990”, pasando de 12,8 millones de muertes de menores de cinco años en 1990 a cinco millones en 2021. Y, a nivel mundial, el número de muertes neonatales también disminuyó, de 5,2 millones en 1990 a 2,3 millones en 2021.
Precisamente, el tercer Objetivo de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas es garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades. En este sentido, la ONU pretende que, para 2030, se haya reducido la tasa mundial de mortalidad materna a menos de 70 por cada 100.000 nacidos vivos y se haya puesto fin a las muertes prevenibles de recién nacidos y niños menores de cinco años, con el objetivo de todos los países de reducir la mortalidad neonatal al menos a 12 por 1.000 nacidos vivos y la mortalidad de menores de 5 años al menos a 25 por 1.000 nacimientos en vivo.
En palabras de la ministra de Sanidad de Etiopía, Lia Tadesse Gebremedhin, “se necesitan datos para proponer nuevas políticas y estrategias de salud que permitan garantizar la calidad y la equidad de los servicios de atención sanitarios, así como la cobertura universal sanitaria y diseñar estrategias eficaces, entre otras acciones”. Por ello, recuerda que los países de ingresos bajos y medianos no suelen disponer de datos estadísticos, por lo que estudios como el Global Burden of Disease (GBD), que cuantifica la pérdida de salud de cientos de enfermedades, lesiones y factores de riesgo, son “esenciales” para complementar las fuentes de evidencia locales y contrarrestar así las limitaciones de ciertos países. Una realidad que necesita del compromiso e implicación de todos. En esta línea, BERBĒS apuesta totalmente por el enfoque “one health”, tanto en su organigrama como en la forma de entender la comunicación, dado que, en la actualidad, este se considera fundamental para responder a los retos de salud pública globales.