La temprana inmersión de niños y adolescentes en el mundo de la tecnología ha provocado el rechazo visceral de expertos y padres desde que la tecnología se hizo accesible para todos. El creciente interés de estos por las pantallas, los problemas psicológicos derivados de su abuso y el choque brutal de conocimientos y experiencias entre padres e hijos motivaron un listado de reglas infinito que los progenitores debían seguir a rajatabla si querían evitar que sus hijos cayeran en un pozo sin fondo.
Hasta el momento, los niños antes de los 3 años tenían prohibido mirar una pantalla, los mayores a esa edad solo podían hacerlo por un máximo de 20 minutos, los adolescentes no debían tener móvil hasta los 13 años y a partir de esa edad con acceso limitado a las diferentes herramientas y redes sociales.
Estas recomendaciones se convirtieron en mantras hasta que el confinamiento provocado por el SARS-CoV-2 todo lo cambió. Padres del todo mundo se vieron en la necesidad de trabajar mientras sus pequeñas criaturas permanecían en casa durante todo el día encerrados. En esta situación las reglas no tenían sentido y tras dos años en los que los niños han sido los más damnificados por restricciones varias, siguen sin tenerlo.
Ante este panorama empezaron a proliferar opiniones más respetuosas y comprensivas con los aspectos más negativos y evidentes del mal uso de la tecnología. Todas ellas suponen un respiro y liberación para los padres que se enfrentaban a uno de los mayores retos generacionales del siglo XXI con sentimiento de culpa e incomprensión.
En un entrevista publicada recientemente en El País, Jordan Shapiro, experto en alfabetización digital, aseguraba que darle a un niño un móvil con 13 años no era buena idea, ya que a esa edad lo normal es que tiendan a no escuchar a sus progenitores: “Hay que hacerlo antes, cuando todavía puedes darles pautas, consejos saludables” y añadía: “De casi todo en la vida hay una parte buena y otra mala. Por ejemplo, el sexo es una cosa hermosa, pero puede convertirse en un problema y, por lo tanto, hay que enseñar muy pronto sobre este tema de una forma muy intencionada y apropiada”.
Las declaraciones de @jordosh han provocado un gran revuelo en las redes sociales porque rompen con todo lo establecido. Su valor rompedor es que pasa del concepto de restringir afianzado hasta el momento al de una inmersión saludable y asesorada.
Quizá esta nueva vía permita aprender de los errores del pasado, promotores de trastornos generalizados provocados por el abuso sin control y el uso sin sentido de estas herramientas en la generación Z, una generación a la que se le ha restringido desde su nacimiento el uso de las tecnologías pero a la que curiosamente luego se le exige un conocimiento de experto para su inserción en el mundo laboral y social.