Esta semana se cumplen tres años desde aquel ya lejano 14 de marzo de 2020 en el que el Gobierno español aprobó la declaración del estado de alarma en todo el país para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por la COVID-19. Pocos días antes, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en palabras de su director general Tedros Adhanom Ghebreyesus, hablaba por primera vez oficialmente del coronavirus como “pandemia global”.
Un virus, el SARS-CoV-2, que a lo largo de estos tres años ha afectado a más de 13,7 millones de personas y ha provocado más de 119.000 muertes en España, según datos del Ministerio de Sanidad; y que, a nivel mundial ha registrado más de 657 millones de positivos desde enero de 2020 según la OMS.
Asimismo, en todo este tiempo, se calcula que un 15% de los afectados por el virus SARS-CoV-2 ha desarrollado posteriormente “COVID persistente o Long COVID”. Estos pacientes, que ya cuentan con su día mundial reconocido por la comunidad internacional (el 15 de marzo), presentan síntomas incapacitantes que no les permiten llevar una vida normal, tales como mareos, insomnio, fatiga, problemas de atención y concentración, pérdida de olfato y gusto, ansiedad o depresión, entre otros.
Precisamente, los problemas de salud mental son una de las consecuencias más notorias provocadas por la pandemia y que todavía sigue vigente, según varios estudios publicados en The Lancet y por la OMS, según el cual la pandemia ha incrementado entre un 25% y un 27% la prevalencia de la depresión y la ansiedad a escala mundial.
Hitos pandémicos e incógnitas por resolver
Ya casi en desuso quedan algunos elementos que llegaron a nuestra vida durante estos años, como el Certificado COVID (aunque todavía algunos países siguen exigiendo este documento para traspasar sus fronteras) o las mascarillas, especialmente desde que el pasado 8 de febrero dejaran de ser obligatorias en el transporte público. Sin embargo, todavía deben seguir utilizándose en los establecimientos y servicios sanitarios, y por los trabajadores y visitantes de los centros sociosanitarios.
Así, a pesar de que el fin de la pandemia parece ser ya un hecho a pie de calle, la OMS se resiste a hacerlo oficial. Y el motivo es la situación todavía delicada en los países en desarrollo o el repunte sufrido no hace mucho con el levantamiento de las restricciones en China. A ello se suma la vacunación, todavía vigente con las dosis de refuerzo -especialmente para personas mayores y grupos de riesgo-, que ha supuesto uno de los hitos en salud más importantes de los últimos años, contribuyendo a reducir los contagios, hospitalizaciones y muertes en gran medida.
Además, aún quedan muchos enigmas en torno a este virus. Esta misma semana se conocía la noticia de que el Congreso de EEUU desclasificará varios documentos referidos al origen de la COVID, todavía incierto. Y no debemos olvidar que, a los ya mencionados efectos del COVID persistente, se suman otras incógnitas por resolver en relación a la posible aparición de nuevas variantes, la duración de la inmunidad de las vacunas, la llegada de nuevas pandemias o los posibles efectos del SARS-CoV-2 a medio y largo plazo.
En BERBĒS cuidamos y nos preocupamos por la salud de nuestros empleados y, a lo largo de todo este tiempo, hemos mantenido las medidas pertinentes para ello, para seguir ayudando y manteniendo nuestro compromiso de construir un mundo más saludable.