Europa
En una semana, el panorama mundial del Covid-19 ha cambiado de manera radical. Hemos pasado de tener casos puntuales en Europa a convertir a Italia en el tercer país del mundo con más personas afectadas por el nuevo coronavirus, después de China y Corea del Sur, y al norte del país transalpino como zona de riesgo.
España
En España, en sólo unas horas, hemos pasado de haber curado a los dos únicos afectados hasta esta semana (turistas en Canarias y Baleares) a tener decenas hospitalizados, con positivo por el virus, en Canarias, Cataluña, Comunidad Valenciana y Madrid, incluido un caso grave en cuidados intensivos.
Y, lo que es más relevante a nivel epidemiológico, se han detectado varios casos “autóctonos”, de personas que no habían viajado a las zonas de riesgo, con lo que se ha constatado que el virus, probablemente, lleva varios días circulando.
Como consecuencia, y a pesar de las llamadas a la calma de las autoridades sanitarias, se han empezado a notar algunos efectos no deseados entre la población: las mascarillas se han agotado en las farmacias, para desesperación de los alérgicos al polen, que estos días empiezan a sufrir los primeros síntomas, y tampoco es fácil encontrar gel desinfectante hidroalcohólico.
Organización Mundial de la Salud
Pero no es justo echarle la culpa a la población, ni tampoco a los medios de comunicación. Más allá de los bulos que circulan por las redes sociales relacionados con éste y con cualquier asunto que despierte el interés general, no hay que olvidar los últimos mensajes del Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud: “El coronavirus es el enemigo público número uno de toda la humanidad” y “debemos estar preparados para una pandemia”. Sacados de contexto, pueden generar bastante inquietud.
Es cierto que no se debe minusvalorar la irrupción de una nueva enfermedad, aunque sus síntomas sean similares a los de la gripe estacional y no sea más peligrosa que otra infección respiratoria para la población sana. Pero también hay que tener en cuenta que la OMS ya ha tenido que enfrentarse en el pasado a acusaciones de fomentar el alarmismo, sin ir más lejos, en la gestión de la gripe A (de la que nadie parece ya acordarse).
¿Cómo actuar?
Quizá lo más sensato sea actuar como hasta ahora han intentado hacer las autoridades sanitarias: en coordinación, con información fluida y transparencia. En cuanto a la gravedad de la enfermedad y el equilibrio entre prudencia y alarma, nos quedamos con una frase del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, en una de sus múltiples ruedas de prensa de su última semana: es cierto que en muchos casos el coronavirus no reviste gravedad, pero “no queremos añadir nuevas enfermedades, queremos eliminar las que hay”.