Empieza el frío, pero la sexta ola no acaba de despegar. De cara al invierno, persiste el miedo al coronavirus, pero tras más de un año y medio de pandemia, surgen o resurgen otros temores: la factura de la luz, el suministro de gas… y también relacionado con todos los anteriores, el cambio climático. En la COP26 se ha hablado esta semana de clima, transición ecológica y también de salud.
El sueño de Biden y la pesadilla del cambio climático
Aunque hay distintas visiones de cómo abordarlo, hay un consenso entre los líderes mundiales asistentes a la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU que se celebra estos días en Glasgow: estamos ante la última oportunidad de atajar el fenómeno del calentamiento global y sus consecuencias para la humanidad. Consecuencias que pasan por grandes incendios forestales, largos períodos de sequía, fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes y, también, amenazas para la salud. Si el clima cambia, parásitos como los que provocan la malaria también cambiarán su hábitat, y se podrían dirigir directamente a Europa y Norteamérica. Los representantes de gobiernos de todo el mundo se encontraban debatiendo qué hacer al respecto cuando el presidente de EE UU, Joe Biden, cerró los ojos y empezó lo que parecía una siesta en medio de la reunión. Un asistente tuvo que despertarle de forma disimulada para seguir hablando de cambio climático.
Ideas frente a la obesidad infantil
Volver a combatir el calentamiento global es un reto tras la pandemia, pero hay otros desafíos que vuelven, especialmente en salud. Antes de que la Covid-19 irrumpiera en las vidas de todos, el aumento de la obesidad y sobrepeso infantiles, el sedentarismo y el abuso de pantallas de los niños preocupaban en todo el mundo occidental, y en España en particular. Si bien las autoridades la dejaron de lado esa preocupación cuando confinaron a la población infantil sin prácticamente excepciones legales para salir a la calle, y mucho menos para hacer ejercicio, con la nueva normalidad llegan viejas preocupaciones, y el ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha decidido tomar la bandera contra los hábitos poco saludables en la infancia reabriendo un debate recurrente: el de la publicidad de bollería, zumos, helados, etc. dirigida a los niños. El ministro ha asegurado que va a prohibir estos anuncios, aunque el contenido del decreto en el que trabaja aún no se conoce. El anuncio ha provocado multitud de comentarios a favor y en contra, como era previsible. Lo que no era tan previsible es que en esta iniciativa tan ligada a la salud no fueran de la mano los ministerios de Sanidad y de Consumo. Dos departamentos antaño unidos, que comparten sede, pero que están dirigidos por miembros de distintos partidos de la coalición de Gobierno, y eso se nota. Mientras Garzón hace anuncios sobre la publicidad, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, crea la Comisión Interministerial para la Ordenación Alimentaria, de la mano de la AESAN. Un organismo que recuerda (salvando las distancias) a la Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos y que deja claro que la preocupación por la alimentación no es nueva, pero que cada Gobierno, desde hace décadas, tiene sus propias ideas para combatirla, que siempre suelen pasar por crear organismos de estudio y debate, así como restricciones a la publicidad.
